La madurez del cine francés

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Este texto (una versión más corta y editada) se publicó en el número de septiembre de la revista Gatopardo.

Bajo ciertas circunstancias y perspectivas, resulta imposible no sentir envidia o recelo por el cine francés.

Por una parte, el origen de este arte se remonta a esa parte del mundo. Por otro, el consumo de cine local alcanza el 40% de la asistencia total del año y regularmente alguno de dichos estrenos galos terminan el año entre las 3 películas más vistas en los cines. Uno de los pocos países, entre ellos India y China, donde se estrena más cine local que extranjero.

Pero en un sentido más empático y más relevante para cierto público (allá un amplio sector por los números de asistencia), el cine francés ha logrado crear una conversación y una identificación con un público masivo que ya querríamos muchos otros países.

Y lo que yo descubrí en las últimas semanas viendo las siete películas que conforman el 21 Tour de Cine Francés –una muestra diversa y de cierto modo sintomática de la industria de cine de ese país- que inicia este mes en México y durante las siguientes 7 semanas recorrerá todo el país y Centroamérica, es que el cine francés se ha ido concentrando en ofrecer detrás de comedias, dramas, thrillers o cintas románticas, una conversación madura y adulta, algo que el cine de importación (léase, Hollywood y sus grandes estrenos globales) no está muy interesado en satisfacer.

Se trata de un cine principalmente para adultos. Que habla de ideas, preocupaciones, sentimientos y experiencias de la vida adulta, con capacidad para dejar preguntas o temas en el aire, que lleven quizás al espectador a reflexionar o cuestionarse sobre algo más.

Realmente no importa si los personajes centrales son niños, adolescentes, jóvenes, adultos o adultos mayores. Detrás de sus experiencias, anécdotas o circunstancias, los temas y preguntas que esas películas lanzan tienen el ánimo reflexivo y la intención introspectiva que sabemos hay en honestas y abiertas conversaciones entre adultos.

Un cine comercial y de consumo como espejo de las más naturales inquietudes y cuestionamientos de la edad adulta de una sociedad. Una constante por hacerse preguntas ciertamente profundas e interesantes sobre la vida. Desde distintas perspectivas.

Las presiones sociales sobre la belleza, las intimidades de la inseguridad y la incertidumbre ante diagnósticos médicos como una mastectomía y la factura emocional y social detrás de algo así se toca de manera sencilla, emocional y hasta entretenida en Aún más bella, con Florence Foresti y Mathieu Kassovitz.

La compleja y complementaria relación entre dos mujeres totalmente opuestas en El Reencuentro (Catherine Deneuve y Catherine Frot, como siempre, sobresalientes), quienes sin imaginarlo ni desearlo se necesitan para superar ciertos momentos de la vida o ciertas discapacidades emocionales, pero cuya historia, con calma y una enorme naturalidad, nos habla de necesidades afectivas naturales.

El viñedo que nos une, un filme sobre tres hermanos teniendo que enfrentar y resolver el futuro del viñedo familiar heredado, no solo señala situaciones económicas y sociales actuales. Además habla de qué nos identifica con un lugar, se pregunta sobre los distintos roles de la familia y su importancia conforme se crece, lo que se aprende en el duelo de un familiar o regresando al hogar.

En Paso a Paso, un joven llega a una clínica de rehabilitación para intentar poder volver a moverse y caminar tras un accidente. El contacto y convivencia (natural y juvenil, sin correcciones políticas ni exageraciones melodramáticas) con pacientes parapléjicos, tetrapléjicos y con lesiones cerebrales o craneales, da perspectiva y profundidad a las distintas historias y momentos que vemos durante el filme. No resulta pesado, sigue siendo una película sobre todo atractiva y entretenida y mucho menos en la zona de películas de ‘arte o festivales’.

Los ex, una comedia de situaciones y múltiples personajes en distintas etapas de su vida, plantea con total sinceridad y honestidad un amplio retrato de cómo asimilamos nuestras relaciones sentimentales previas y de qué modo, esos ex y esos truenes, nos van moldeando… hacia la siguiente relación, hacia una etapa de soltería o hacia un posible regreso.

Las formas en estos filmes pueden pasar por estilos y géneros de lo más convencionales. En comedias exageradas o en el melodrama con collage de momentos difíciles y elipsis de tiempo con música de fondo al estilo videoclip, pero en el fondo se está tratando al público como adulto por medio de las conversaciones que proponen estos filmes.

Si el cine de Hollywood parece hablarle principalmente a adolescentes y veinteañeros perpetuos, el cine francés busca establecer su natural conversación con jóvenes maduros, treintañeros que no insisten en ser eternos chavorrucos y adultos en general.

Para quienes quieran acercarse a este tipo de charlas, el Tour de Cine Francés está por arrancar y es una oportunidad a aprovechar.

 

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