Después del Maratón

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Los curiosos sentimientos encontrados de las semanas posteriores a correr un maratón también son algo que merece atención, y quizás preparación.

 

Alguien debería de prevenirnos de los extremos estados de ánimo que pueden seguir al maratón. En diferentes momentos y etapas. Las emociones del esfuerzo y la experiencia se quedan a flor de piel y se entra en un estado de tal sensibilidad emocional que a cualquiera podrían llegar a diagnosticar de bipolar en esas horas o días o semanas después del maratón.

La euforia del logro cumplido más la adrenalina de la experiencia llevan a un estado de intoxicación en el que a todo se responde con una sonrisa. En mi caso, el resto de la tarde del domingo de la carrera en Chicago fue un maratón de risotadas gratuitas. Ni siquiera debía ver o leer algo gracioso para soltar una súbita carcajada. Aparecían de la nada.

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Igual que las lágrimas cada que alguien de mi familia o un amigo o un desconocido me escribía algún mensaje de felicitación por haber terminado el maratón.

Al día siguiente, a la fórmula se le sumaba una dosis de molestia, de enojo. Sé que había decidido correctamente en mi estrategia del día anterior cuando tuve que priorizar el concentrarme en terminar la carrera antes de obsesionarme por hacer el tiempo para el que me había preparado, esto debido a una lesión (tendinopatía de la banda iliotibal, o rodilla de corredor) y un dolor que (re)aparecieron llegando al kilómetro 14. Si metía el turbo, me iba a lastimar en serio y quizás no solo acabaría la carrera en un estado que requeriría semanas o meses de rehabilitación y no correr, sino que también hubiera estado entrando a los territorios del riesgo de lastimarme lo suficiente para tener que abandonar la carrera en algún punto. Sabía que la decisión fue correcta, finalmente la intención de un primer maratón debe ser terminarlo, pero una parte de mi se sentía insatisfecho.

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Minimicé el logro y el esfuerzo, y cuestionaba internamente las felicitaciones que me hacían. Sí, lo terminé, pero no como pensaba que debía hacerlo. Me llevó casi un par de semanas más entender que en el fondo, para mí es más importante haber terminado la carrera que me tocó enfrentar, y a la que tuve que adaptarme, que simplemente haber hecho la carrera que quería hacer o tenía en mente semanas antes.

Como dice el poeta Jagger, «You can’t always get what you want… but if you try sometimes you just might find you get what you need».

Esos primeros días son también de conversación con el cuerpo, que reclama de distintas maneras la tranquiza que se la ha acomodado.

Esto provoca otro curioso y ambivalente estado: no puedes o debes correr y quieres, y te sientes culpable de no hacerlo, pero sabes que eso es lo que toca. El cuerpo no está para esfuerzos en esa semana posterior, lo más recomendable según entrenadores y médicos deportivos es descanso y recuperación. Si acaso caminar y actividad leve.

Y cuando te has acostumbrado por meses a estar siempre haciendo alguna actividad como parte del entrenamiento, aunque estés cansado físicamente y sepas que tu cuerpo está en modalidad de recuperación, otra parte quiere hacer algo. Moverse. Y ahí está uno, ya sintiéndose bien una semana después, y sintiéndose al mismo tiempo culpable de no salir a trotar a diario, que aunque se hiciera, no se sentiría cómodo y bien del todo. El regreso debe ser paulatino, tal como lo fue la evolución en la etapa de entrenamiento para llegar al fondo y fuerza física para terminar un maratón.

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Finalmente, conforme pasan los días y empieza uno a retomar cierta cotidianidad, se resiente ese espacio de tiempo que había acaparado durante los últimos meses el entrenar, el prepararse. No solo son las varias horas de salir a correr a la calle o en el gimnasio, sino la idea de dormirse temprano para un trote madrugador, de dormir bien para recuperarse bien, de tener en consideración todas estas cosas para una meta específica.

La meta ya quedó atrás. Y es hora de buscar un nuevo plan que ponga algo hacia adelante, que nos ocupe. Habrá quienes caerán en la obsesión de querer preparar una nueva carrera, para muchos más, será la oportunidad de buscar un poco de equilibrio y balance con actividades y dinámicas que dejaron de hacer cuando el entrenamiento acaparó casi toda nuestra atención y tiempo. Reencontrarse con la familia, con los amigos, tener más tiempo para ellos, para escaparse de fin de semana, para leer y descansar, para tomar clases o un curso. Ya sea hacer todas esas cosas que no habíamos hecho por meses o el simple gozo de no tener que entrenar y seguir planes, debe de verse como algo disfrutable, como una etapa a valorar como parte de la experiencia del maratón.

El último reto del maratón es saber canalizar lo que nos deja y ver hacia adelante, como cuando corremos.

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