¡¡ Dejen dormir !!

Una de las reglas básicas de la convivencia casera es el respeto al sueño ajeno. Cuando se comparte casa con familiares, amigos o pareja, se puede uno burlar o molestar con lo que sea, pero el no dejar dormir al otro puede ser motivo perfecto de una disputa territorial, unos buenos madrazos o hasta de un divorcio.

La noche de ayer llegué a Alabama 57 (esa gloriosa y ya popular dirección en la que habito junto a otras dos personas cuyos nombres no revelaremos para proteger sus identidades) y quedé dormido inmediatamente, en buena medida por mi reciente desangramiento del que ya hablamos en otra entrada.

De la noche recuerdo poco porque dormí profundo. Fue hasta la mañana siguiente cuando me enteré de algunos acontecimientos sucedidos en la madrugada.

Resulta que el buen Che (uno de los habitantes y a quien por motivos varios se le considera la princesa y la hija de la casa) se fue de borracho. Esta ocasión, el Sr. G (el otro habitante de Alabama 57) decidió no ir con él y quedarse a jetear a gusto previniendo un posible viernes de cruda insoportable.

Así comenzó la noche, como hasta eso de las 4:30 de la madrugada, cuando Che volvió a casa con 3 amigas (no pudo ni con una pero trajo tres), una de las cuales es muy buena amiga de G. Ya enardecidos y envalentonados por los efectos de Baco, Dionisio y quién sabe cuantas botellas de vodka, pensaron: Ha de ser una buena idea tirar la puerta de la recámara de G a patadas, despertarlo y hacer que se una a la fiesta.

No entiendo el proceso mental que puede llevar a tal conclusión. Quizás si fuera más bebedor lo haría. Y es que la regla de la puerta cerrada en el departamento es la clara señal, signo o mensaje de que no se quiere, necesita o solicita más compañía o gente tratando de atravesarla.

Yo escuché unos ruidos, no diré que no, pero recaí en un profundo sueño casi ipso facto. A G no le pasó lo mismo, y aunque no se unió a la fiesta, no pegó un ojo hasta las 6 de la mañana.

Obviamente, a la hora del desayuno, no se hicieron esperar los reclamos y regaños al hijo malo y desobediente que permitió que a uno de sus dos padres casi le entrara la revolución por la puerta, la cual hoy muestra graves daños estructurales.

Por si fuera poco, a G le quisieron vender la idea de que la posible entrada a su cuarto resultaría ‘ventajosa’ pues se trataba de una fémina (el primitivismo hormonal del che es de alcances insospechados), argumento que no le convenció en lo absoluto y que se quedó en el saco de los pretextos inútiles que no hay que volver a usar.

Lo que nos quedó claro a todos son varias cosas: respetar el sueño del vecino, no patear puertas y no despertar a nadie… y si en verdad nos traen mujeres a casa y está puesto el seguro de la habitación, no hace falta tirar la puerta, para eso están las copias de las llaves que están en el segundo gabinete de la cocina, abajo de los manteles, en un llavero rojo.

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